Descripción
La idea se le ocurrió cuando estábamos en un restaurante de Milán: la de hacer un itinerario–restaurante. Y empezó a recopilar todos esos pequeños materiales, tiquets, etiquetas, servilletas, hojas volanderas, postales, cromos, y un sinfín de pequeños testimonios que utilizaría como material físico en la arquitectura de sus collages. Manolo le buscó muchos de esos pequeños impresos raros
extravagantes e inesperados, encontrados en los libros antiguos que él manejaba en sus catálogos anticuarios, y que le entregaba cada vez que lo veía, por diversión y para facilitarle piezas para su trabajo. Sobre todas estas cosas que aparecen en los libros graciosa y azarosamente, escribió Manolo un poema por aquel entonces que publicó en La sexta cuerda.